Origami de los sueños

Hay gente que no sueña; a menudo los vemos transitar como autómatas por rutas que se empeñan en llamar "vida".

Hay gente que, por otro lado, supone que sueña con una felicidad fragmentada en instantes aislados: se resignan a una configuración de la realidad omnipotente. Supongo que serán medianamente felices o completamente felices, de acuerdo a cuánta laxitud se otorguen.

Hay gente que, sólo con fe, cree en la posibilidad de que pueda existir una felicidad completa, (aun cuando el mundo sea lo que es) concentrada en una sola cosa en el universo. Así, o se es feliz al conseguirla, o infeiz. Para éstos no existe nada intermedio. Eso sería infernal.

Ingoro cómo terminan las vidas de estos distintos tipos de sujetos. Yo, por mi parte, sé que no escaparé a la clase en la cual nací. Soy yo una inverosímil, grotesca bestia.

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Tengo ya casi veintitrés años. Y no sé cuánto sé o si sé algo en lo absoluto. Vivo en un torbellino de televisores, sueños y miserables obligaciones. Pocas veces he sospechado que sabía dónde estaba el arriba y el abajo. Y las cosas se suceden; no tengo a dónde ir, y para no molestar me quedaba acá. Lo más quieto que podía. Pero, de pronto, una ola inexorable me barrió. Y yo, de nuevo perdido.

Es gracioso cómo me marchan los días... Es muy gracioso cómo tengo un verso clavado en el corazón...

Sólo deseé una cosa. Una sola.