Quién era este hombre o qué idea llevaba me es algo imposible de saber. ¿Fue un hombre de buen corazón o un asesino? No importa lo que diga la historia: nunca estaré convencido por completo. Pero, de todos modos, hay algo que es cierto: todo lo que quiero que haya sido. Las cualidades que proyectamos sobre las personas a quienes consideramos héroes, existen en nosotros; de manera que aunque tiempo más tarde descubramos que aquel sujeto era un fraude, no tenemos razón para desalentarnos, pues ese ser ejemplar nunca fue otro que nosotros mismos. Sus cualidades son nuestras porque, en realidad, lo único que fue ese otro, es una pantalla sobre la cual proyectábamos nuestra propia heroicidad.
No puedo asegurar que las ideas no se maten, pero sospecho que hay algo en el corazón humano que nadie puede evitar que nazca y renazca. Esa cosa inefable quizás sea lo que aún mantiene a algunos dispuestos a luchar.
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